La primera parte de la saga ya está disponible para su adquisición desde la tienda de amazon, tanto en su versión de papel como en la versión digital.
Extractos del libro:
«—Me da igual lo que hagáis, Savior de Orleans. Vos ya estáis muerto.
—Habláis con mucha soltura para tener tres espadas sobre vuestra garganta —dijo Monkel con rostro serio y contrariado—, y el Creador sabe que sois valiente en el combate. Mas habéis sido vencido, aceptadlo.
—Os mataré, os juro que os mataré. Vos Savior sufriréis mi ira cuando os arranque vuestro corazón con una daga, os lo extraeré mientras aún seguís con vida, para que veáis lo que es dolor y pánico y para que os vayáis con esa imagen al más allá.
—¡Callad ya! —sentenció Savior enfundando su arma y mirando a su alrededor con pena—. A donde os llevo no os van a quedar ganas ni posibilidad de venganza alguna, creedme. No saldréis de ahí nunca.
—Saldré… y sino sabed que ya estoy fuera. Ya os he visto, os conozco, sé vuestro nombre y quién sois, caballero de la orden del palo. Pensáis que soy un hombre, como vos, mas yo soy un pacto entre la especie que vos representáis y los dragones.»
«Ya habían pasado varios días con sus noches respectivas. El grupo estaba parado, con Zurah comiendo frutas del bosque que recogieron el día anterior, Maiden tumbado boca arriba mirando el cielo infinito y Vaiel alejado unos metros disparaba el arco hacia un objetivo distante. Sabían que quedaba poco y ya hablaban menos, intentaban concentrarse en la batalla. Es que lo Maiden llamaba “la calma del guerrero”, que siempre acontecía antes de la batalla.
—Se le da muy bien ¿no? —preguntó Zurah refiriéndose a Vaiel—. Demasiado diría yo, sin entender mucho del tema, pero ha aprendido en pocos días a apuntar con mucha destreza. Resulta difícil de creer.
—¿Temes haber ganado un enemigo? —le replicó Maiden sonriendo pero con una picardía latente.
—¿Enemigo? ¿Quién? ¿Ese? —dijo Zurah riéndose—. Vamos Maiden, ¿tan insignificante me ves?
—No, no, pero temes haber perdido el control de ese chico al que antes manejabas como se te antojaba. Míralo ahora, es capaz de acertar a un blanco en movimiento en menos de cinco segundos, y ya no baja la cabeza. Su mirada ya no es de corderito, sino de depredador. Ya no viene porque tú quieres que venga, sino porque él quiere venir.»