¿Hasta dónde se puede fomentar la fantasía en una novela? ¿Vale cualquier cosa? Seguramente todos estemos conformes en que sí, que es uno el que integra lo que es real en ese mundo de fantasía que va creando y narrando en cada hoja, sin embargo… ¿acaso no es cierto que nos basamos en la fantasía ya existente? Dragones, paladines sagrados, nigromantes, unicornios, sirenas, magos tipo Gandalf, enanos tipo Gimli, elfos tipo Légolas, orcos, hadas y un largo etcétera de elementos que en casi cualquier novela de fantasía podemos encontrar integrados y -quizás- con pequeñas variantes, un hecho que deja patente que dicha fantasía, dicho mundo, está adoptado de alguna forma por uno mayor. ¿O quizás no?
Si hablo de mi experiencia, tengo que admitir que adopto la figura del dragón tal y como está narrada en las mil novelas del género. Animales gloriosos e imponentes escupefuegos, a los que les cedo doto también de habla y con conocimientos para evocar retazos de magia. Ahí -en ese último punto- es donde dejo patente mi diferenciación, es donde hago mía esa fantasía adoptada. ¿Un ent? Sí, sí, ese árbol andante que habla, anda y actua muy despacio mientras está en consonancia con la naturaleza. Pues sí, yo también entiendo esa figura y la adopto como guardián de la naturaleza, aunque también le confiero una diferenciación única salida de mi fantasía, privándole de poder andar y cediéndole aptitudes de liderazgo en un gremio.
Si hablo de lo que voy leyendo en otros libros, la idea se repite de igual forma, topándome con más dragones y seres fantasiosos que también confluyen aquí. Y la historia se repite una y otra vez, con más libros y más películas que tintan con esa fantasía ya existente su guion. Eragon, los juegos del hambre, la dragonlance… sí, son historias magníficas en las que se usan figuras de fantasía ya pensadas antes. Y quiero dejar claro que no es que sea algo malo eso, ni mucho menos. De hecho, esta entrada es más por dejar patente una curiosidad.
En Crónicas de Ampiria no solo fantaseé con dragones, si no que realmente quise hacer mío ese mundo. Segadores pútridos, los enigmáticos Orígenes y el bizarro oráculo son algunas de las figuras que -con orgullo- quier oseñalar que han surgido de mi inventiva. Cualquier parecido con la realidad es puramente casual 🙂
¿Y qué quiero concluir con todo esto? Supongo que nada malao ni bueno, tal y como comenté antes. Es simplemente dar constancia de lo atados que estamos incluso en nuestra imaginación. Creemos estar inventando un mundo totalmente nuevo, algo que es totalmente nuestro, pero que desde el momento en el que ponemos un unicornio o un dragón en él, ya lo estamos compartiendo con quien ideó esas figuras míticas. Sí abogo por intentar diferenciar dichas figuras. Si Tolkien definió a los dragones como seres aislados que no se relacionaban con nadie, en Eragon se diferenció haciendo que sí existiera esos vínculos con algunos elegidos. En mi caso, igualmente existe un vínculo exclusivo a una raza de caballeros legendarios, todo supeditado a que sellen un pacto de sangre entre jinete y fiera.
Diferenciación, detalles que hagan que este dragón que leo aquí y este que leí allá sean distintos. Eso sí lo considero relevante. En la fantasía que vayamos escribiendo, no podemos evitar que nuestra mente nos conduzca hacia determinados elementos que ya vivimos en lecturas pasadas, por lo que, debemos entrenarla para saber recordar dichos pasajes cuando hablemos y a saber transformarlos cuando escribamos. Y creo que es un detalle importante, un punto que determina en muchos casos que una novela sobresalga o sea una más del montón.
¿Qué opináis el resto?
Si es que crear una mundo de nuveo, sin tocar los pocos puntos ya imaginados por otro anteriormente, es cosa de locos (no digo miposible). Cualquier novela del genero de hoy en dia pondrá orcos, dragones, hadas, unicornios, duendes y cosas de ese tipo, o sea, puntos que ya conocemos.
Yo no lo veo mal, la verdad. De esa forma ya me pudo imaginar al bicho sin mucho esfuerzo. Con que me pongas que hay un orco corriendo por el bosque, con una frase describiendolo ( o ni eso) ya me lo sé imaginar.
Colmo creo entenderte, a veces basta con buscar la mediatriz. Usar un poco de lo conocido pero sin pasarse.
PD: ¿Para cuando Cronicas de Ampiria III?
Estimada Amparo,
En efecto, el lector tiende a pre-suponer cómo es un personaje o ámbito de la fantasía según lo que ya lleva recorrido en ese nicho. No obstante, es labor del escritor reflejarle los detalles que deben hacer diferir a esa imagen preconcebida de la que él quiere dar.
Un unicornio… yo pudo imaginarme uno y tú otro, y posiblemente coincidan ambas imágenes, mas habrán puntos que debo definir como escritor para asegurarme de que así sea. Pues… sí, ambos sabemos que tiene cuatro patas y un cuerno en su frontal, pero ¿el que tú piensas es capaz de hablar? ¿Su cuerno es blanco? ¿Es capaz de caminar sobre el agua? ¿Aparece y desaparece al tener afinidad con la naturaleza o se comparta com oun caballo normal en ese sentido?
Lo dicho. La fantasía tiene mucho que ofrecer y mucho ya ofrecido. Es bueno tomar lo habido, pero siempre conviene darle ese «toque» personal que cada escritor tiene.
Sobre la tercera parte de Crónicas de Ampiria decirte que ya está acabada. Ahora está en proceso de revisión. Para más información, iré subiendo actualizaciones en este blog o en la página principal.
Un saludo
Es que si los escritores tuvieran que inventarse bichos legendarios nuevos en cada nueva novela que escriban ,la cosa se podría volver una locura. Es normal que en fantasía se hable de unicornios, dragones y orcos y que esos bichos el lector los tenga preconcebidos en su mente. Siempre , cada escritor, le dará un rasgo distintivo a sus creaciones, un detalle que lo diferenciará del resto. Por ejemplo. Iván, los dragones que tú describes gozan de puntos en común con el resto de dragones de otras novelas, pero defines un vínculo que los ata a determinados caballeros y les defines un color de escamas que define de alguna forma su personalidad. Además, los ubicas en una ciudad donde conviven en equilibrio.
Para mí, la fantasía no tiene límites. La fantasía debe crecer apoyada en lo que ya es la propia fantasía. Es como montar un edificio: para construir un segundo piso, primero debemos haber construido la planta baja y el primer piso. Sobre este último, levantaremos esa segunda planta.
Estimado Karlos,
Me ha gustado mucho la última analogía que has presentado del edificio.
Sí, coincido mucho contigo. La fantasía nos da mucho, nos presta aquello que ya ha sido inventado. Es cosa nuestra usarlo o no. Yo, por ejemplo, he usado la fantasía del dragón, por todos ya conocida. Pero he inventado la de los segadores pútridos (orchis) que no existe -al menos que yo sepa- en ningún otro escritor. Cojo un poco de aquí y meto un poco de acá 🙂
Un saludo cordial, Karlos.